Escrito por Sara Lozano
Muy seguramente se estarán preguntando, ¿la ausencia de quién? ¿Un novio, un ex, tu mejor amiga o quién? Bueno, hoy vamos a hablar de la ausencia de un papá… Un papá muy presente, del papá que peinaba a su hija y le hacía trenzas, del papá que hacía de chef para cumplir antojos todos los días de su vida, del papá que jugaba a la cocinita, que leía todas las noches cuentos… sí, ese papá que siempre fue un héroe.
Perder a un papá, te cambia la vida
Recuerdo perfectamente esa mañana que llamaron a mi mamá del hospital y le dijeron: “se nos fue”.
¡Uff! Recordar eso solo hace que mis lágrimas caigan, mi mamá me repite: “Sarita, se nos fue”, en ese momento sentí que salió una parte de mí, sentí que me quitaron un gran pedazo de mi corazón, sentí que no podía respirar, se me fue el aire y literalmente pensé que me moría en ese momento.
Al principio no lo entiendes y tardas en hacerlo, los primeros meses crees que está de viaje y que va a volver, pero pasa y pasa el tiempo y empiezas a aceptar que no volverá jamás, me preguntaba tantas cosas… ¿Quién va a defenderme? ¿Quién me hará los desayunos todos los días? ¿A quién voy a molestar todas las noches? No recuerdo su último abrazo, pero sí sus palabras un mes antes de partir de este mundo terrenal, “ya hice mi trabajo contigo, sabes que es lo bueno y lo malo”.
Perder a cualquier persona que ha tenido un impacto en nosotros siempre va a ser chocante, pero tan solo imagínate perder a una de las personas que más has amado en tu vida, a la persona que siempre estaría para ti, de la que nunca recibías un “no” de su parte.
Ahora bien, imagina perder un papá a los 18 años. Recién salida del colegio, a puertas de entrar a tu etapa de universidad, esa etapa donde tus decisiones son tu responsabilidad, esa etapa que reta tus valores y tus principios, donde ya sabes que es lo bueno y lo malo… para mí perderlo a esa edad fue un: “Okey, ya eres una mujer, ya hice mi trabajo contigo, te enseñé todo, te guie en el proceso, te cuidé y te consentí, ahora sal al mundo a demostrar que tan capaz eres”.
¿Soy capaz?
Aquí viene la parte en donde te preguntas, ¿cómo voy a vivir sin papá? Y la respuesta es sencilla, igual e incluso mejor de como lo hacía estando con él, aunque parezca que no, así es. Todo toma tiempo, y aunque este dolor nunca se va, aprendes a vivir con él, lo empiezas a entender, a darle un significado, y para mí este lo es… después de casi tres años de su muerte, hasta ahora me siento capaz de hablar de este proceso, aunque me duela el alma, aunque a veces sienta que se me va el aire y quiera pensar que es una pesadilla, me di cuenta de que soy capaz, y todos lo somos, pero solemos negarnos a creerlo.
La “vida” en una sola palabra
La vida te obliga. Realmente eso es vida, es como un pájaro, apenas salen del cascarón, la mamá vuela, se va y ya hizo su trabajo, el pájaro no se muere de hambre, él tiene que volar, tiene que encontrar la manera para poder comer y sobrevivir. Es exactamente lo mismo. Es algo tan natural, muchos hemos pasado un duelo y todos pasaremos por alguno, porque es vida nacer para morir.
Ahí es cuando todo tiene un significado y empiezas a hacer las cosas por ti, porque nadie más las hará, exactamente como él me lo enseñó.
Así que sí, si soy capaz, todos lo somos, pero, ¿de dónde viene la fuerza? Para mí solo hay una respuesta y es Dios, él te levanta de donde estés, y que mejor manera de honrar a ese ser querido, que demostrándole que hizo su trabajo completo, pero lo más importante, demuéstrate a ti que puedes con todo, porque el primer paso es creértelo, créelo y ya verás cómo lo logras.